– Y mi experiencia de volver a un gimnasio después de más de 9 años –

En mi “otra vida” iba al gimnasio bastante seguido. Nunca fue mi lugar favorito, pero hice máquinas (cuando jugaba hockey en Muni) y “clases” en las épocas que quería “estar más flaca” o me “sobraba” algo de tiempo en el secundario o la facu (no entendía lo que era el tiempo de descanso back then, con un sagi bastante intenso y descontrolado).

Nunca lo elegí demasiado to be honest. Siempre me gustó el deporte, el aire libre, el equipo, la competencia – encerrarse no era opción. Hacer gimnasio era mi medio para otro fin.

Hasta que descubrí el Ashtanga. Donde no hablamos. No nos arengamos. No es al aire libre. No competimos. Y (aún así) me voló la cabeza. Y desde hace 9 años no concibo una forma mejor de moverme cada día que sobre mi mat.

Todo en el shala me hace sentido y me gusta. El espacio cerrado y sin distracciones. Sin música. Sin voces, sin charla. En patas. Cuidando nuestra energía. Cultivando nuestra presencia. Fortaleciendo nuestro cuerpo y nuestra mente.  Sólo escuchando respiraciones. La energía que hay en la mayoría de los shalas donde tuve la bendición de practicar no se encuentra en otros espacios.

Ayer volví a un gimnasio. Tenía ganas de volver a moverme de otras maneras. De sentirme más ágil y fuerte para la práctica de yoga y para el surfing. Tenía ganas de saltar. De correr (mis rodillas no me permiten salir a correr 10k como hacía antes).

Fui a una clase de entrenamiento funcional.

Debo confesar que mientras esperaba que arranque la clase, varias veces mi quise ir. Estuve a punto. A mi mente se le ocurrían miles de motivos/excusas. No era mi lugar. Mucha gente, mucho chusmerío, gritos, música al palo, la pose, el tipo de ropa – me había olvidado de la intensidad de todo. Me había olvidado del mundo “GYM”. Playa Grande me teletransportó por un rato al Megatlon de Las Cañitas.

Sin embargo, algo de todo esto, me atrapó.

¿Será porque volví desde otro lugar?

¿Será porque tengo otra consciencia de mi cuerpo?

¿Será porque tengo otra consciencia de mi respiración?

¿Será porque en algún punto necesito algo que sea completamente opuesto al yoga y me deje cansada y roja y transpirada?

¿Será que necesito esa música al palo y probar otros movimientos que mi cuerpo conocía pero que hace mucho tiempo no hace?

¿Será que me estoy sintiendo grande pero no quiero que mi cuerpo que ponga cansado ni pesado ni que deje de hacer cosas como antes?

Creo que son muchas las razones, pero en un punto siento que me sentí bien, porque pude llevar un poco de mi mundo yogui al entrenamiento.

Estaba totalmente en la mía sin importar lo que pasaba alrededor ni quienes estaban haciendo la clase. La música al palo me llevó a un estado medio meditativo. Puse consciencia en mi respiración y en mi cuerpo en cada movimiento. Moderé el peso y la intensidad de acuerdo a lo que mi cuerpo necesitaba. Modifiqué algún ejercicio cuando lo sentí necesario. Sonreí; pero creo que no hablé con nadie más que con el profe para decirle que “era nueva”.

Me dio (da) felicidad volver a moverme de otras maneras más allá de las asanas, y de poder llevar mi mundo yogui al gimnasio.

Veremos cuánto me dura. Y si mi cuerpo está feliz con la práctica, el surfing y el entrenamiento (en este orden de prioridades).

Empezar algo nuevo. Y que implique moverme y mover la energía, nunca no puede estar bien.