SANÉ LA RELACIÓN CON MI CUERPO, CUANDO PUDE SANAR MI RELACIÓN CON LA COMIDA

No podía conectar como me veía y como me sentía. No podía verme como un ser holístico; integral. Toda mi adolescencia (y bastantes añitos después) quise ser más flaca. TODA.

¿Quién creció en los 90 y no le pasó lo mismo? ¿no?

Toda mi adolescencia “viví a dieta”. TODA.

¿Quién creció en los 90 y no le pasó lo mismo? ¿no?

Me costó muchos años poder observarme, amarme y honrarme como el ser integral que yo soy.

Sané la relación con mi cuerpo, cuando pude sanar mi relación con la comida. Y mi relación con la actividad física.

Poder entender (deep inside) que el movimiento, el alimento, el estilo de vida, son la parte esencial de como me siento y de cómo me veo. Que mejoro de adentro hacia afuera. Que lo que se ve desde el exterior es un reflejo de como me siento por dentro.

Que no tengo que correr para “quemar calorías”, que no tengo que tomar coca light ni comer turrón (vomito hoy) por las “pocas calorías” – que todo eso me aleja de mi esencia. Que no me hace ni feliz ni consciente (ni fuerte ni sana) ni mucho menos, capaz de conectar lo que hay en mi plato con la madre tierra ni con el efecto que tiene en mi cuerpo, mente y alma.

Para mí, sanar la relación con mi cuerpo, se trato de sanar la relación con lo que comía, y en mi caso, fue gracias al veganismo y a la consciencia que me trajo la práctica de yoga

Yo no nací́ vegana. No nací sabiendo qué comía. Ni de donde venia lo que me metía en el cuerpo.

Tampoco nací consciente de cada parte de mi cuerpo, ni todo el deporte de alto rendimiento que hice en mi vida, me dio las herramientas para conocerme tanto internamente como lo hizo la práctica de yoga (no quiero decir que sea la única manera, es la que me funcionó/a a mi).

Es tanto lo que podría escribir sobre el alimento y el movimiento que a veces me cuesta ponerlo en simple y conciso; pero no por eso voy a dejar de compartirlo.

En mi caso, gran parte de mi propia aceptación corporal; es saber que no contribuyo con la matanza/explotación de animales ni con la destrucción del medio ambiente. Eso, se volvió muchísimo más importante (y valioso) que la imagen que me devuelva el espejo (o la mirada del resto).

Pero es desde ese lugar. Del alimentarme con sentido (y con todos mis sentidos) / del moverme con sentido (y con todos mis sentidos) – cuando pude empezar a sentirme no sólo cómoda, sino también feliz y linda con la imagen en el espejo.

Falta mucho, pero me da una alegría enorme, ver como hoy en día, hay mucha más representación de personas con diferentes cuerpos; más empatía, hay mucha más información sobre alimentación, y hay mucha más consciencia de lo que pasa con cada acción que tomamos.

La experiencia de la campaña junto a Alu (nutriciosa) y un grupo increíble de mujeres fuertes y bellas – me volvió a recordar lo que me costó llegar a sentirme como me siento hoy. Fue un día sumamente inspirador y revelador, ver como las nuevas generaciones se bancan y se acompañan en esta lucha; en manada, en tribu.

Para sanar, se necesita darle lugar. Mirarlo de frente para luego tratar de que la sociedad también lo mire de frente.

Estos meses lo vi (sentí) muy claro en mi práctica de yoga ya que no ando en mi mejor momento físicamente y eso muchas veces me frustra mucho.

¿Pero que me di cuenta? Que si no me paro frente a mis lesiones; frente a mis dolencias, frente a mis incomodidades – nunca voy a verlas de frente.

Creo que lo mismo pasa con el cuerpo. Y con la comida. Si no nos plantamos. No nos cuestionamos. No nos incomodamos. No nos mostramos. No activamos. NADA CAMBIA.