Viajes

«Dont be surprised how quickly the universe moves once youve decided»

Cuando viajo no quiero escaparme de ninguna rutina. 

Viajo porque amo viajar y por el viaje mismo, sin pensar en un destino paradisíaco.  

Cuando viajo no quiero descansar. Quiero ver, quiero hacer, quiero preguntar, quiero escuchar, quiero oler, quiero sentir, quiero probar, quiero vagar sin planes, quiero perderme, quiero encontrarme. 

Y así fue como un día decidí cambiar de vida; largué “todo” a mis 25 años y me fui a Australia con 3 amigas. Fue un año de dedicarme a hacer lo que quería cuando quería. Estar en la playa. Conocer gente. Mejorar mi inglés. Viajar en camioneta. Viajar en carpa. Viajar. Viajar.

«Mágicamente», fue mucho más que eso.

Después de un año increíble en Australia, viajé por Asia con amigas tres meses, otros tres viajé sola. Sola, sola. Y me enamoré de viajar sola, estuve en Vietnam, en Filipinas, y volví a Tailandia y a Malasia. 

Gracias a este viaje empecé a tomar consciencia plena de mi cuerpo y de mi alimentación. Me volví más fuerte. Más segura. También más confiada, pero puedo seguir diciendo que hay más gente buena que mala en el mundo. Conocí el yoga y me enamoré. Supe que era algo que quería hacer “verdad” y que quería que formase parte de mi día a día. Me pasó lo mismo con el surf (mi primera clase fue en Indonesia, aunque tardé 7 años en lograr que sea parte de mi vida como ahora). A la vuelta, en 2015, empecé con mi práctica de Ashtanga yoga y, un año después, me hice vegana.

Debo decir que la vuelta a mi ciudad natal, BA, no me costó tanto como a otrxs viajerxs. En Buenos Aires, tuve el privilegio de crear el negocio de mis sueños, con mi familia, lo cual me llevó a vivir feliz, muy feliz por 5 años que duró el proyecto. Hasta que el Covid nos obligó a cerrar el mejor hostel del mundo. Al menos el mejor hostel para mí y mi lugar feliz. 

Vivir en Australia y en Asia me cambió la vida; y la cabeza. Me cambió la percepción. La forma de ver las cosas. No hay blanco o negro. No hay bien o mal. En Asia se come con las manos y te podés sentar con las piernas cruzadas tipo “loto”. Toda la vida me retaron por “no sentarme como señorita” o “no agarrar bien los cubiertos”.

India me enamoró. India me pone a prueba. Y aún así siempre quiero volver a volver. Es aprender a estar en calma en medio del caos. Es aplicar el yoga 24/7 para ser feliz y poder aprender de cada situación, además de que me permitió estudiar con grandes maestrxs. No solamente ashtanga, sino también de recitación de mantras (chanting), filosofía, de ayurveda, de respiración (pranayama), de meditación y de Iyengar yoga. 

Gracias a todos los que me acompañaron y acompañan en este viaje que es mi vida, que entienden mis locuras, mis pasiones y mis rareza. Me siento muy feliz y agradecida.