Nunca fui la estudiante “10” pero siempre me fue bien y pocas veces reprobé exámenes en mi vida. 

Nunca fui la estrella de mi equipo de hockey, pero siempre fui titular y metí goles.

Nunca fui la blogger de viajes instagramer, pero recorrí el mundo con mi mochila.

Pasé (paso) mucho tiempo fuera de mi ciudad natal (caba), pero sigo teniendo a mis amigas de toda la vida y a mi familia unida. 

Nunca tuve el cuerpo “perfecto”, pero siempre me vestí como quise. 

Todavía no puedo ponerme las piernas atrás de la cabeza, y los dropbacks me ponen a prueba cada día de mi vida, pero mantengo una práctica diaria estable y constante de ashtanga hace años.

Mejor hecho que perfecto. Creo que recién hoy, a los 33 años entiendo esta frase y me doy cuenta que siempre viví así. 

Mejor un 8 en papel que un 10 que nunca llega.

Mejor poner actitud, constancia y disciplina que nunca aparecer para el equipo. 

Mejor dejar las fotos perfectas de lado y vivir cada viaje y recordarlo en mi memoria. 

Mejor mantenerme presente de las maneras que puedo, que pensar que por no estar físicamente no puedo mantener vínculos.

Mejor vestirme como me gusta, como me representa, que esperar a tener el cuerpo de Pampita y vivir de negro soñando con ese momento para usar tal o cual prenda. 

Mejor respirar con consciencia, mejor pararme en mi mat cada día, mejor buscar compartirlo desde el amor, mejor intentar cada práctica un poquito más, que obsesionarme con las posturas complejas que todavía no se ven como quisiera y dejar de practicar por este motivo. 

Quizás mi “toc” nunca pasó por el perfeccionismo, ni por ser detallista, pero sí por terminar lo que empiezo (empezar cosas que me apasionan) y por hacerlo lo mejor que puedo.

Siento que lo que realmente queremos en la vida, no necesita ser perfecto. Si queremos que algo dure, necesita primero nacer/hacerse. Y luego mantenerse. Como podamos. A nuestra manera y con nuestras formas. Pero no quedar en el cielo; nada es inalcanzable, solamente aquello que nunca nos animamos a bajar a la vida real.

Necesitamos ir a la práctica y caernos mil veces; pero no solamente hablar de yoga. No solamente pararnos en el mat cuando nos sentimos flexibles y fuertes. 

Necesitamos colgarnos la mochila y salir a la ruta; como podamos, como estemos. Si es algo que de verdad queremos hacer, hagámoslo. Aunque dudemos de que nos alcance el dinero, de los destinos, de los tiempos. Aunque nos de miedo estar solxs, lejos. Nunca va a ser el viaje perfecto. Pero va a ser el viaje que necesitamos, el viaje perfecto para cada unx de nosotrxs. 

Necesitamos estar. Necesitamos hacer pasito a pasito. Necesitamos bancarnos que no sea perfecto. Necesitamos todo esto para poder empezar. Para dejar de procrastinar soñando con una perfección que quizás nunca llega. 

Justo hace poco, una chica me preguntó cómo mantener una practica de yoga constante, ya que ella siempre termina dejando. Me costó un poco responder ya que la respuesta en mi mente es tan simple y tan compleja como: andá a la práctica. 

No faltes. Si estás cansada, hace menos. Si estas muy cansada, simplemente sentate a respirar con amor y abrázate. Pero andá. Presentate en tu mat. 

No creo que esto sea una sugerencia ni una recomendación, necesitamos gente perfeccionista y detallista en el mundo. Gente que haga que los edificios se mantengan en pie, que los puentes no se caigan y que las cirugías de cerebro funcionen. Simplemente abro mi experiencia, (me)comparto porque me llevó un buen tiempo entender que así es como opero, que es suficiente (que soy suficiente) y que así está bien. Que así es la manera en que a mi me funciona y me hace vivir feliz. Sin ser perfecta. Pero siendo. Y haciendo. 

Este texto va dedicado a mi terapeuta Ruty, que hace muchos meses me sugirió que baje a papel estos pensamientos. Me llevó un tiempito, pero acá está y espero que a alguien por ahí le sirva.

Con amor siempre,

Dani.